BIENVENIDOS

Bienvenidos a este rincón literario, en el que la obra que nos ocupa es
una creación aún en desarrollo a modo de blog novela, donde volando décadas
hacia un futuro que un día llegará, descubrimos una sociedad altamente
tecnificada, pero en la que aún sigue existiendo un gran abismo social entre
unos y otros...más aún si desarrollan una mutación de un gen que les permite
hacer cosas excepcionales -Los avariciosos no lo podrían dejar
pasar...


Poneos cómodos...y cuidado con quién descubre qué secretos duermen en vuestro código genético.

Lucy F - Rosy Martínez Tello

sábado, 24 de noviembre de 2012

V - LOS LÍMITES


Érida no sabía qué hacer. Miranda la había dejado allí, en las calles de Londres, buscando a un joven del cual sólo conocía una vaga descripción que estaba, además, obsoleta.

Suspiró y siguió caminando. Probablemente, los otros estaban en la misma situación, realizando una búsqueda infructuosa.

De pronto, un cartel de neón digital llamó su atención: “Línea regular de vuelo turista”. Se trataba de un Airbus de turismo urbano. Sintió enormes ganas de embarcarlo, por lo que entró al luminoso establecimiento donde una joven sonriente se apresuró a saludarla:

--Bienvenida a líneas regulares, señorita. ¿Puedo hacer algo por usted? ¿Dónde desea viajar hoy?

Érida no estaba demasiado acostumbrada a la interacción social con desconocidos, así que se sintió desconcertada. Su armónico rostro formó una expresión dubitativa, y un mechón de su pelo negro cayó sobre su frente cuando se dispuso a contestar:

--¿Cuáles son los destinos disponibles? –preguntó insegura.

La dependiente sonrió y, pacientemente comenzó a listar los destinos más cercanos con los precios correspondientes y las horas de salida, sin olvidar mencionar que cada viaje incluía, sin costo alguno, un obsequio de cortesía para sus selectos pasajeros consistente en un refresco de agradable sabor 100% libre de químicos y elaborado con agua potable sin contaminación de ninguna especie, además de unas gafas de sol con el logotipo de la compañía.

Érida fijó sus ojos azules en la pantalla que la dependiente señalaba para explicar y listar, y se detuvo en el viaje de menor costo.

--¿Límites de Londres?

La dependiente pareció sorprenderse por su pregunta, pero en cuestión de segundos recuperó la sonrisa casi permanente que ya parecía un rasgo fijo en su faz para explicarle:



--No mucha gente viaja en esa línea ya, señorita. Más que nada por motivos de seguridad. El Gobierno no puede garantizar su protección ciudadana fuera de los límites de la ciudad. Estoy obligada a advertirla de acuerdo con la ley. Por otra parte, su edad…

La mujer hizo una breve pausa para pensar dos veces lo que iba a decir a continuación. Los menores de edad no estaban autorizados a traspasar los límites sin la autorización de sus progenitores o cuidadores. Sin embargo, las ventas de trayectos últimamente no eran muy buenas, y al pensar que si seguía vendiendo tan poco podría perder su trabajo, decidió que no era buena idea dejar pasar una sola venta.

--… En fin, su edad no será un problema –terminó. Esta vez amplió su sonrisa mostrando una dentadura muy cuidada.

Érida ya había planeado qué decir a Miranda. Que iría a buscar a ese dichoso Jake. Y, sintiendo por adelantado la ilusión de embarcarse en un pequeño paseo, adquirió el pasaje y se dirigió a la cercana estación de airbuses.

****

Jake, Mar, Juan y el abuelo cruzaban el cielo de la ciudad a una velocidad elevada, por decirlo  de una forma sutil. El indicador digital del auto había avisado ya tres veces a sus ocupantes de que se habían registrado tres correspondientes multas por exceso de velocidad, y todo había sido transferido a las autoridades por el sistema de comunicación de datos en tiempo real.

--Maldita sea, Juan- bramó el abuelo- primero esos ineptos rompen mi tranquilidad y se quieren llevar a mi chico- hizo una pausa para desordenar el pelo de un cansado Jake por unos instantes- y luego tengo que aguantar tu conducción homicida. No pienso vender mi taller para pagar las multas.

Juan rio.

--Relájese, Hand. Sabe que de igual modo su taller no tendría el valor suficiente.

El viejo sonrió. Juan tenía razón. Los abusos del Gobierno eran innumerables, y para sobrevivir había que pasar desapercibido. Pero a estas alturas, estimaba que lo que había pasado ya les estaría costando, cuanto menos, una orden de búsqueda y captura por las mal llamadas “Fuerzas de Seguridad”.

Mar estaba un poco asustada, aunque no decía nada. Tímidamente se acercaba a Jake tanto como podía, porque sentirlo a su lado en el asiento de atrás la confortaba. Todo lo que había pasado era preocupante.

Juan maniobró rápidamente para esquivar a un conductor despistado que usaba un sistema de comunicación mientras manejaba su auto. El volantazo hizo que Mar cayera encima de Jake que no se molestó y la ayudó a incorporarse.

El abuelo se giró para preguntarle a Jake si su hermana, o como él la definió “esa mujer” tenía algún contacto en el Gobierno o las grandes corporaciones, a lo que el muchacho respondió con un ligero asentimiento de cabeza.

--Lo imaginaba-dijo el abuelo. --No cualquiera puede llegar a calificar a alguien de criminal y organizar una inmediata búsqueda en los matinales así como así. Sólo un amigo de esa panda de corruptos.

Juan asintió con la cabeza.

--Bueno…-dijo Jake --no se trata de ella realmente, quien posee más influencia es Jhos Hartman´n, su “novio”… el Presidente de “Alianzas Energéticas Progreso”.

Mar tragó saliva. Hasta ella, a su corta edad, conocía la importancia de esta empresa, que poseía el monopolio del suministro de energía gen-mod a nivel internacional. Las influencias políticas e incluso religiosas de esta firma eran apabullantes. Propugnaban la no igualdad entre “seres humanos” y “bestias mutadas al servicio de los seres humanos”, en un orden que, según ellos, Dios había planeado desde el principio de los tiempos.

Todos los ocupantes del vehículo se habían alterado por esta revelación, pero se mantuvieron en silencio. Sin embargo, Jake pudo sentir como su mente “escuchaba” lo que cada uno de ellos pensaba. Eran pensamientos cargados de rabia y desprecio hacia la empresa que se alzaba en los medios de comunicación y difusión masiva, como la compañía que salvaría a la humanidad.

¡¡Beep- BEEP – BEEEEEPPP!!!

Una fuerte alarma sacó a nuestros amigos de su incómoda quietud. Juan trató de mantener la calma para explicar a los chicos lo que el abuelo ya sabía:

--Muchachos, acabamos de atravesar los límites de la ciudad. La generación esporádica de energía gen-mod para el funcionamiento de este vehículo o cualquier aparato se debilita a partir de aquí. Estamos en reserva.

Jake se alertó:

--¡Pero…nos pueden alcanzar! ¡Sigamos más! ¡Por favor!

El abrazo de una angustiada Mar le hizo dejar de hablar. El abuelo, relativamente tranquilo pese a la emergencia, se apresuró a intervenir:

--Podemos seguir con energía gen-mod, muchacho, ese milagro que hizo funcionar el motor de mi viejo auto de principios de siglo aún sin combustible –soltó una carcajada y guiñó el ojo.

Mar fue la primera en comprender. Dejó de abrazar a Jake y, determinada, lo tomó de la mano, acercando su otra mano al cuadro de mandos del automóvil. Juan se apartó un poco, intuyendo lo que iba a hacer. Mar cerró los ojos con fuerza y de la palma de su mano comenzó a manar calor y una luz. El indicador de energía subía lentamente mientras que el conductor, Juan, emitía silbidos de júbilo y el abuelo reía y reía.

Aún con la otra mano de Mar agarrando la suya, Jake se levantó y, al comprender lo que hacía, esbozó una sonrisa que le dio una imagen absolutamente confiada y atractiva, y abrió la palma de su propia mano al lado de la de Mar.

--¿ASÍ?

Los ojos le brillaban… no había acabado de pronunciar esa palabra cuando el indicador de energía voló alcanzando instantáneamente la posición de MÁXIMO.

Los muchachos se sentaron de nuevo, cansados y orgullosos por lo que acababan de hacer. Juan pisaba el acelerador hasta el tope, vitoreando y ciertamente excitado por lo que acababa de pasar.

Y, mientras se alejaban de los primeros límites de la ciudad, el abuelo miró a Juan, divertido:

--¿Y bien, caballero? ¿Qué opina de los servicios exclusivos de mi taller?

Al oírlo, todos rieron al unísono.

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